Crítica del concierto de Roldán en València

Esta es la crítica del concierto que ofrecieron los madrileños Roldán hace unos días en el Centro Excursionista de València, publicada en la Cartelera Turia.

La vida es sueño

Hay que cuidarlos. A los talentos singulares. A las propuestas únicas. A los músicos con personalidad que no se limitan a seguir plantillas establecidas ni guiones trillados. A los grupos que hacen que quienes nos ganamos la vida tecleando sobre todos estos asuntos nos estrujemos las meninges porque nos cuesta horrores definir su encanto. Tres tipos llegados de Madrid apiñados sobre el coqueto pero pequeño escenario del Centro Excursionista de la calle Marqués de Zenete de València, actuando para una veintena (creo que larga) de personas. Fue como estar metidos en un sueño. A ratos, como en una extraña fábula urbana de David Lynch. De esas con poca iluminación y aún menos ventilación. Una abducción. A manos de tres sujetos que podrían ser extraterrestres.

Juan Carlos Roldán (voz, guitarra, percusión, caja de ritmos), Jaime Sevilla (bajo y percusión) y Nacho Olivares (guitarras y sintes) desplegaron casi todos los mejores argumentos de un trayecto como el suyo, cifrado en cuatro álbumes y un buen puñado de sencillos, que navega entre el pop sinuoso, la bossa nova, el kraut rock y algún brote de bolero/dub. Y algunas cosas más. Es decir, todo aquello que el pop llamado independiente español más ramplón apenas aborda. Al menos no, desde luego, con el tacto artesanal de Roldán. Con su sencillez y su carencia de épica gratuita. Podríamos hurgar en catálogos foráneos (a mí me recuerdan a Pram o a The Sea and Cake, grupos que no precisamente llenan pabellones deportivos) pero igual tampoco vale la pena. Baste recordar el bucle electrónico final en el que nos sumieron con “Poderes”, la larga composición que cierra su cuarto y último álbum (el mejor), con la concurrencia enardecida y dando palmas cual rave privada, para atesorar su concierto como una experiencia simpar.

Carlos Pérez de Ziriza.